OJOS BIEN ABIERTOS
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viernes, 18 de enero de 2008
La incomodidad en sus rodillas
Le incomodaban las rodillas. Y las gotas del cielo seguian cayendo. Una a una, a causa de sus rodillas. Toda la ciudad estaba abarrotada de gotas caidas. Y las rodillas le seguian incomodando, a causa de la humedad. Esa exagerada humedad pegajosa, que te moja hasta la incomodidad nunca vista. Y el tiempo no cambiaba, y tampoco el estado de sus rodillas. Hasta que callo la ultima gota. Ahi fue entonces cuando ella creyo que se acababa todo. Pero no. La que empezo a caer ahora fue la gente. Era cuestion de ver las veredas regadas de personas que parecian desmayadas, junto con insolitos paracaidistas y astronautas lunares que caian del cielo y se iban sumando al decaido festin. Una entrega sin tregua y placentera al fin para aquel verano sofocante . Luego todo siguio cayendo. Los adornos de las casas. Los animales del zoologico. La bolsa en La City. La caida del cabello. Todo. Absolutamente todo. Una experiencia sin parangon. La ciudad entera habia caido comodamente a los pies de su incomoda rodilla que dejo tambien de incomodarle en el mismo instante en que la humedad volvio a su cauce natural y el cielo volvio a abrir sus caderas.
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